El cristiano que espera que Dios le resuelva todos los problemas familiares, sane todas sus enfermedades y le dé solidez financiera sin tener que esforzarse, busca una ‘eterna infantilidad’, en lugar de una madurez real. Con una fe infantil, la gente trata de hacer que el Señor cumpla sus caprichos, mientras que, con una fe madura, trata de seguir la voluntad de Dios, confiando en Él y aceptando al mismo tiempo los límites de nuestra humanidad. Cuando alcanzamos la madurez espiritual, obedecemos a Dios, no porque nos sintamos obligados, sino porque anhelamos hacerlo.
Dante Gebel #913 | Infantland
Publicado el 02/03/2025
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