Para la mayoría de nosotros es mucho más fácil aceptar el perdón de Dios que perdonarnos a nosotros mismos. Por eso, en ocasiones seguimos sintiendo culpa por un pecado que ya confesamos, que Dios ya olvidó. Nos obsesionamos tanto por los errores del pasado, que nos perdemos las oportunidades del futuro. Erróneamente, pensamos que nuestras caídas nos descalifican para que Dios vuelva a usarnos. Sin embargo, la culpa nunca ha sido un combustible que funcione; más bien, es corrosivo y oxidante. Recordemos que Pedro falló tres veces y, aun así, Jesús volvió a encomendarle su misión. El genuino arrepentimiento de Pedro, sus lágrimas y la gracia del Señor lo sacaron del fondo del abismo.
Dante Gebel #898 | Déjà vu
Publicado el 17/11/2024
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