La vida que llevamos es un reflejo de lo que pensamos. Si pensamos bien, vivimos bien; si pensamos mal, vivimos mal. Los desórdenes alimenticios, las relaciones tóxicas, las adicciones e incluso la depresión y la ansiedad tienen sus raíces en patrones de pensamiento equivocados. Por eso debemos arrancar de raíz los pensamientos dañinos y, en su lugar, sembrar en nuestra mente y en nuestro corazón la Palabra de Dios, porque cuando Su Palabra penetra en los surcos fértiles de nuestro interior, brotan nuevos frutos que nos fortalecen y nos dan paz.
25/08/2025